Miguel de Crevantes, además de ser poeta, dramaturgo y novelista, en los dos últimos años de su vida trabajó como recaudador de impuestos en Jaén, algo que le acarreó muchos problemas ya que era el encargado de ir casa por casa pidiendo los impuestos, y por eso la gente lo criticaba.
La mayoría de estas recaudaciones iban destinadas a las numerosas guerras en las que España estaba sumergida.
En el diario de Cervantes se podían leer las numerosas quejas que acarreaban su profesión, decía que no se comía bien, que tenía un ambiente lúgubre y que sus gentes eran antipáticas y obstusas. Sin embargo los textos de sus compañeros recaudadores decían que la comida era deliciosa y sustanciosa, un buen ambiente, y personas alegres y joviales.
Los historiadores prestaron mas atención a los compañeros de Miguel en sus textos, ya que nuestro personaje apenas salió de su habitación considerando ya de por visto el aspecto de esta ciudad.
Hola, Sergio. Acabo de visitar tu blog. Enhorabuena, sigue adelante...
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